Palíndromo
Azules cautivos

Cubierta de Pequeño Bestiario Ígneo. Parentalia, 2016.

Azules cautivos

Eduardo Reséndiz
Abril, 2017
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Leyendo Pequeño Bestiario Ígneo de Roxana Elvridge-Thomas

Incierto el origen del universo, las edades de su tiempo y la dimensión de su lámina. Incierto universo ahora que nos comprime la posibilidad de su extensión hacia los confines abismados. Una posible solución a su origen: el universo surgió a través de los observadores nocturnos: guiados por la magnificencia de explorar su misterio, dieron forma a las constelaciones con nombres celestes, y esa certeza grabada trás el firmamento combatió su desconocido horizonte. De esta forma, las constelaciones tuvieron centinelas que resguardaron el orden boreal; éstas se asociaron de manera directa al misticismo y sus símbolos conquistaron los espacios donde las estelas trazaron su conjunción con el destino. El universo, entonces, se fragmentó bajo el cuidado de figuras mitológicas, resguardado por un bestiario dibujado mediante la intermitencia de estrellas; sus arquetipos perviven en los rasgos de nuestro nacimiento. Con atributos parecidos, el universo poético estriba en descubrir de las palabras figuras luminiscentes, labrar su lenguaje para que la imagen sea cadencia y su alegoría quede inscrita. Cifrar el espacio interior del verso corresponde a formas particulares de cada poeta, la labor es compleja y precede con gravitaciones que la escritura lineal carece. La voz, entonces, es una voluntad resollante para asentir el abrasivo cuerpo de las palabras y su complejo acento de ecos vibrantes. Escribir y voltear hacia elementos etéreos para reabrir un diálogo con la sustancia que se busca, recuerda a los primeros observadores nocturnos que combinaron el absoluto reflejo del universo mediante el hallazgo de la palabra evocada: todavía se puede padecer el azul firmamento que notaron de las aguas reflejadas. Recorrer y cautivar los ejes del fuego conforma la invitación para introducirse dentro de Pequeño bestiario ígneo.

Pequeño bestiario ígneo de Roxana Elvridge-Thomas, impreso bajo el sello de Parentalia ediciones e ilustrado por el pintor Gerardo Torres, conforma parte de la colección editorial Fervores; serie de plaquettes que compilan ejemplares de poesía contemporánea. El giro semántico de la palabra bestiario en el mundo latino refirió a los valientes que lucharon en el circo contra las fieras; luego, bajo el sello del tiempo, los embates prosiguieron su transcurso y el medievo reemplazó la lucha física para dirigirla hacia la ficción, donde el asombro distinguió a los vencedores: descripciones de entidades mitológicas acompañaron el develamiento de un mundo signado por la erudición y sus efectos en el imaginario quedaron transcritos en láminas con grabados seglares. Siguiendo la tradición, este Pequeño bestiario ígneo reinterpreta a catorce entidades reunidas bajo el emblema místico del fuego.

Son profundas las interpretaciones de estas figuras en el escarpado fuego de las palabras, encontramos que este retráctil alfabeto en llamas recrea su rutilancia mediante el asterismo de la escritura. La cadencia asume su fuerza abrasiva mediante la aliteración, y la composición métrica conforma el ritmo de fervientes carbunclos que enhebran el hogar de las entidades. Los símbolos de este universo ígneo son cifrados mediante la especulación fulgurante que irradian los versos: las cursivas antepuestas al comienzo de este párrafo son ejemplo de las imágenes que matizan los rasgos etéreos de las entidades y las expresiones labradas de fulgor.

La mirada de Roxana Elvridge-Thomas en este poemario transcribe los elementos entramados de las entidades mediante su develamiento piral; la animacidad de cada entidad se hace presente cuando emanan el fulgor ígneo. Las descripciones de la composición poética prosiguen el manto rítmico del fuego, sus fases parten desde una primera enunciación que deslumbra con su resplandor hasta la silabación de los incendios: la llama primigenia se caracteriza por la tonicidad de los versos que, mediante aliteraciones, sinestesias, paronomasias y calambures, posicionan las imágenes incandescentes; aledaños a este ritmo, los espacios donde habita la entidad contemplada reflejan la vulnerabilidad que les permite figurar su estela: el fuego aminora su espíritu frente a la esclarecida agua o la fértil tierra, esta sensibilidad delinea los elementos insignes de las figuras posibilitando su fuego fatuo: las entidades irradian su presencia en delirante fulgor y, de esta manera, el incendio se despliega sobre el lenguaje y enerva su conquista en la contemplación poética que recrea la llama del fuego cautivo: ars mag[n][m]a.

Lo ígneo y su correspondencia con los profundos espacios concéntricos de la tierra no puede disociarse de la consagración y el magnetismo: la materia telúrica que emerge del núcleo terrestre nos atrae porque es parte de un espacio desconocido y abismal; con su regalo, los vapores hondos y sus efluvios distienden el argumento del fuego con su presencia física y su sustancia nos promete la realidad de los objetos que alumbra. Las entidades descritas en este Pequeño bestiario ígneo discurren de un profundo análisis al interior del lenguaje simbólico y las alegorías que acompañan su mitología. Sus versos corresponden con el fuego geneático que prevé la labor de distinguir el velo de la bestia imaginada para deleitar su presencia mediante el cántico. Adentrarse dentro de un bestiario tiene el riesgo de luchar con sus entidades; también, el riesgo de la incursión: introducirse hacia la selva negra con esos interminables laberintos donde el fuego y su caricia acechan cualquier objeto para transformarlo. Recordemos: el fuego no deja fisura en la existencia de su manto, su interior carece de incertidumbres y su dominio promete el vuelo piral de la palabra. Roxana, también he sentido el atisbo de la llama mirada. Comparto dos de tus poemas de este pequeño bestiario que leo con agradecimiento:

Luciérnaga
Mínima hoguera de silencios,
rastro de pupilas imantadas tras su nube.
Gravita en tu presencia mansedumbre, besos que
encienden el aire en torno a los troncos.
Fuego alado,
		estrella baja
				tañido en luz
bendices con tu paso, alumbras el camino por la fraga.
Tu sendero se refleja en las alturas, láctea vía que es
espejo del andar hacia las brumas.
Marcas el camino al brasero, al fuego interno que se
asoma a ver tus luces.
Bermejo capullo.
Ven y enciende esta noche anegada.
	
Tigre
			Porque lo bello no es nada más que el
			comienzo de lo terrible, justo lo que
			nosotros todavía podemos soportar.
					—Rainer María Rilke
	
Cólera dormida, retráctil alfabeto en llamas.
Peso, brillo, áurea talla.
Amamanta con luz a sus cachorros.
(Vivas llamas en quinqué
inquietos resplandores
custodiados por cristales).
Indómito ángel, cuerpo que es silbido, que es
antorcha al penetrar la selva gangrenada, al erigir
clamores que calcinan, arrasan, transformando todo
cuanto arde con tu paso.
Empaña el mercurio con furor de miradas. Iracunda
adolescencia-adolece
de sangre.
Su belleza paraliza.
Luego el nombre que encarna en la carrera, en los
músculos que abrasan.
Dentellada, como flecha, en la garganta.
Cuando duerme huele a sangre.
(Aunque uno de su raza dijo que el olor era de sexo
y carne macerada).
Se escucha el crepitar de sus pulmones, el aire se
enrarece de la esencia macilenta de la presa.
Cruel Kratofanía.
Gorgona.
Es cautivo por su imagen cuando astuto encantador
ofrece a sus ascuas un espejo bañado de alcanfores
que invierte el papel del exterminio.
La bestia es seducida.
Su hermosura la destruye en el reflejo.
🐅
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